martes, 20 de diciembre de 2011

EL MAR, LA PLAYA Y LA MAR

Abramos las ventanas y contemplemos el mar, algunos desde nuestra mente asaltada de recuerdos y otros delante del mismo en su retiro estival. Qué belleza esa sacudida de las olas en las costas y las orillas que vienen y van. Qué maravilla pisar, hundir, los pies en la arena mojada y admirar la huella que se va dejando al pasar. Qué sensación tan única mirar al horizonte y ver un barco a lo lejos y dejar a la imaginación crear. Qué colorido el de las sombrillas, los trajes de baños, banquitos y sillas, el tío de la gorra vendiendo patatas fritas, a lo lejos el chiringuito y sus reconfortantes tapitas…Y el sol, sobre todo el sol, del que unos huyen con el que otros se tuestan y cuyos rayos descienden y con el agua y la arena se mezclan…

¡Ea!,  ya nos hemos paseado por la costa andaluza…lo malo es que si solo es por un día, vendremos cantando aquello de “Cuando volvamos, / tendremos todo el cuerpo / achicharrado. / Así son los domingos / de descansaos

                  

De verdad que sí. El mar es único e inmenso…No digo nada nuevo ni invento nada que no esté creado. Esa unión entre la belleza de lo trascendente que va más allá de lo permitido a nuestro pensamiento y a nuestra mente, y lo material del hombre que se contempla en su propia salsa y en su mundo ajeno a complejos, necesidades, crisis y deseos, es una unión única, diríamos, en la que se funden divino y humano en un abrazo que se repite cada verano. Aunque puede ser que a veces nos dediquemos algún espacio aislado y/ o alguna ocasión reservada que el caprichoso destino tenga a bien en regalarnos. Del mar a la playa….de lo trascendente al hábitat humano en el que lo importante es sobrevivir a la tormenta de arena que levanta quien pasa por tu lado, y que en su afán de evitar los tostados y tórridos granos, va hundiendo el pie más y más como si abajo encontrara ese frescor del piso fijo que le evite un traspiés a tu paso…Y si no, aquellos otros que tras el chapuzón vienen corriendo y te sacuden el agua en tu cuerpo achicharrado por el sol…Tiene guasa. No hablemos del recuento del espacio donde hincamos la sombrilla. Como si ese sitio fuera alquilado, reservado o comprado. Las batallas por ese metro cuadrado es una guerra segura. Qué bonito es el verano.



Apabullante. El traslado desde la casa, los dimes y diretes de quién lleva las banquetas, quién la sombrilla, quién la butaca e incluso la nevera….y es que con la crisis, ya lo dicen, se recupera la costumbre, y entre tortilla y ensaladilla, nos zampamos el interior de la caja donde las cosas están frescas, o al menos refrescan…Mientras,  miramos  ese barquito, alguna boya, los pescadores volviendo al puerto…El mar, en definitiva  es el espectáculo más divino y trascendental que necesita mi pobre ser humano


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