domingo, 18 de marzo de 2012

Teo

No puedo olvidar aquella  tarde de bochorno y de calor en pleno mes de septiembre. ¿Cómo olvidar que aquel día me reencontraba con mi tierra aunque pisara la tuya? Después de tantos años soñando y pensando con esos momentos, por fin llegaba el día señalado en mi agenda y deseado en el calendario, sin hablar de mi corazón. Te buscaba en medio del gentío que llegaba y se encontraba con los suyos: abrazos, besos, alboroto,  bullicio, ruido…que poco a poco acababa en un inmenso silencio en medio de lo desconocido. Y así en plena soledad del aeropuerto, cuando ya todo el mundo había desaparecido, me  encontré con todos mis bultos y maletas y con aquel calor agobiante con que aquella ciudad, la tuya amigo, me recibía y abrazaba. A modo de bienvenida, a falta de alguien conocido, allí estaba sola y con la mirada perdida buscando sin encontrar nadie, nada.   Era imposible, por lo poco que sabía, que te retrasaras tanto.  Y en la desesperación de un mundo nuevo por fin descubrí tu rostro y tu sombra, junto a ellas la de tu amigo Pedro. ¿Recuerdas? Algo que le pasó al coche, lo justo para retrasar el primer encuentro.

Han pasado casi siete años de aquello y mis recuerdos aún siguen vivos cuando se trata de ti, querido Teo, amigo. Tú bien lo sabes. Aunque nunca te lo he dicho, ese primer encuentro me quedó muy grabado. No se borra aquella primera impresión al verte por primera vez. Por mi mente vagaron ideas confusas e imprecisas  en búsqueda de algo con qué definirte y delimitarte. Confieso que lo primero que se me ocurrió en mi interior, era decirte feo. No tenías nada que pudiera atraerme o cautivarme.  Grave error: aquellos primeros días me demostraste lo fuerte y deslumbrante de tu belleza y de tu maravilloso mundo interior.

Cuántas cosas tengo que agradecerte, querido amigo, cuántas. Siempre tu apoyo y cariño, siempre tu estar a mi lado para lo bueno y lo malo. Siempre cercano y prudente a mis cosas,  y en todas con  enorme respeto. Amigo de confidencias, sereno y discreto, gran consejero y cercano. ¡He aprendido tanto contigo! Tu sentido de la lealtad y la fidelidad, esos tan olvidados. No, no dejas tú de escribir un correo, contestar una llamada. Jamás te haces  el entretenido o el ignorante, el bandido, o el canalla. Tu humildad y sencillez no te lo permiten. Ahí estás siempre. No te crees nada. No piensas que eres alguien más que los otros. Tú sacas de tu tiempo, ese que no tienes, para interesarte por el otro. Te entregas a fondo. Contigo es posible la amistad y el cariño desinteresados difícil de encontrar en una relación entre hombre y mujer, condenada al parecer, a pasar necesariamente por el sexo. Quiero que sepas y que sepan, que eres alguien muy especial en mi vida y que sin ti, la mía, mi vida, no hubiera sido igual.

Cuando me has llamado esta mañana y me has dicho que tu padre se ha marchado, mi corazón ha dado un vuelco por el agujero de soledad que deja en tu vida. Siento su marcha y siento tu adiós a alguien tan querido para ti y reflejo de tus propias vivencias y de esa integridad y coherencia de la que tú amigo, eres un digno reflejo. Me tienes a tu lado, a pesar de la distancia. Contigo, también pronuncio tus versos, esos versos de hoy que son para tu padre como ya hicieran otros y como tú, amigo, haces porque además, tú eres, sin que presumas de ello, un gran poeta.

Vendrá desde muy lejos a buscarme,
por los infinitos espacios de la tarde
y entonces sentiré la primavera
y seré como una luz, luz de mi padre.

1 comentario:

  1. La amistad desde dentro, desde el corazón, desde el único sitio donde puede anidar, y el dolor compartido y solidario. Felicidades, Mayte.

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